domingo, 22 de enero de 2012
CARTA DE AMOR PÓSTUMA.
Desde el mismo instante en que tu dulce mirada se cruzó con mis traviesos ojos cansados de tanto ver sin contemplar, de tanto buscar sin hallar, mi valoración de todo lo circundante y mi orden de prioridades cambiaron. Todo el artificial mundo que había prefabricado a mi alrededor se desmoronó como un castillo de naipes y comencé a construir una vida auténtica con los cimientos de tu ser, que hice mío. Aquella tibia mañana de un domingo cualquiera en la que la Primavera luchaba con derrocar al gélido e implacable Invierno, cuando quedamos para dar un paseo por los alrededores de la Plaza Mayor, me creía el hombre más afortunado de la creación. Si, aunque pueda parecer exagerado y quizás algo pretencioso, poder pasar siquiera unos minutos contigo sin que nada hubiera sucedido después, hubiera sido para mí un premio en sí mismo. Y sabes que es así. Sabes que desde aquel día y del otro y de todos hasta llegar al de hoy te he demostrado con obras lo que en estas horas tan hondamente tristes, te digo con palabras. Me enamoré encontradamente, tan intensamente, que después de cuarenta años de convivencia, puedo jurar ante lo más sagrado que es la propia vida, que sigo enamorado de ti. Creamos un buen equipo y a pesar de la aspereza de nuestras personalidades y de las discusiones que periódicamente manteníamos, cada mes procurábamos alimentar nuestro amor y con las subidas y bajadas de la montaña rusa que es el devenir diario, luchamos juntos codo con codo para sacar adelante los proyectos y los sueños materializados en nuestros hijos. ¿Te acuerdas cuando hace unos años un matrimonio joven nos preguntó cuál era el secreto para convivir tanto tiempo y seguir enamorado? Tú, reservada como eres, te limitaste a sonreír. Yo tan extrovertido, locuaz e idealista, no lo dudé. Es algo tan mágico como lógico. Algo tan onírico como real. Es una perfecta combinación de respeto, entrega, admiración mutua y roce. Tiene que haber roce y aunque a veces salten chispas hay siempre que intentar que sean para alimentar el fuego sin provocar un incendio. Recuerdo que él se le humedecieron los ojos y que tú me apretaste con fuerza la mano y me dedicaste una de tus mejores sonrisas. Ahora que te has ido a ese lugar que todos quisiéramos que existiera pero que la mayoría dudamos que exista, el vacío que dejaste en mi vida es tan insondable que solo al acostarme y soñarte se mitiga un poco mi dolor. Reconozco que a pesar de estar acompañado muchas veces de nuestros hijos y nietos me encuentro tan solo y tan triste que solo la promesa que te hice de seguir adelante me empuja a ello. Termino enjugándome una vez más las lágrimas que han corrido ligeramente la tinta de esta carta que nunca leerás. Se que te molestaría, pero desde que te fuiste de repente, lloro a menudo, en silencio, a solas. Sobre todo cuando te siento en el lado de tu cama, en la ducha, en las fotos que van amarilleando, en el olor de la ropa de tu armario. Perdóname, pero no puedo evitarlo. Princesa, te quiero y siempre te querré, ojalá estemos equivocados la mayoría y cuando yo desaparezca de este mundo haya otra dimensión en la que te encuentre y pueda fundirme, esta vez, para siempre, con tu ser. Si fuera así, hasta luego, amor. CARDAVELE Etiquetas: amor blog carta postuma muerte vida sueño lágrimas enamorarse |