Fotografía: http://girlsandguns.com/ Hoy en día parece que sigue sin cambios el debate acerca de las armas de fuego, su posesión y uso, circunstancias y señorío para administrarlas. No sólo en Estados Unidos donde los demócratas son de tendencia restrictiva, ya cerca las elecciones, sino que también en la Vieja Europa corren ideas para todos los gustos. En Italia se propuso, proyecto de ley sin confirmar, que cualquier ciudadano libre de antecedentes penales y nacido en Italia podría portar armas cortas (pistolas y revólveres) para defensa. La idea surgió de la percibida como real, pero que no lo es, la imparable crecida de la delincuencia. El planteamiento se basa en que si uno va armado por la calle los ladrones se lo pensarán antes de hacer nada.... vanas ilusiones porque puede apostar a que si los ciudadanos tienen armas libres los delincuentes también, ya se las buscarán por otros medios pero ahora con más facilidad y todo acabará siendo como en el antiguo Oeste o Colombia actualmente, donde nadie tiene problemas para tener un arma y todos tienen problemas por las armas..... vamos a ver ahora la historia y el debate, controvertido y pasional, pero con fácil solución.
Las armas no son ni más ni menos que herramientas, los que hayan visto 2001: Odisea en el Espacio de Stanley Kubrick basada en la novela de Arthur C. Clark podrán comprobar cómo uno de los simios cae en la cuenta de que un hueso largo le permite tener más fuerza que sólo con la mano y el brazo, y que puede destruir. Cuando la tribu se enfrenta a otra por el agua de la charca nuestro rudo amigo atiza bien con el hueso y ganan, los demás aprenden y en un grito de supremacía lanza su arma al aire que gira hasta convertirse en una nave espacial: todo un poema de evolución concentrada.
A día de hoy somos muchos los monos y muchas las herramientas, pero presumiblemente somos buenos y civilizados y sobre todo racionales. ¿Seguro?. Quizá no tanto y ahora vamos a ver por qué.Durante milenios las armas eran herramientas de trabajo como hachas, hoces y martillos que venían bien para la guerra o eran objetos hechos específicamente para la caza de lo que fuese, por ejemplo humanos, arcos y flechas, lanzas, espadas, mazas.... Y durante todo este tiempo y guerras cuando uno se enfrentaba a otro para herir y matar utilizaba lo que tenía a mano y se arriesgaba a que si el oponente era más fuerte o más hábil lo venciese y muriese. Recordemos bien este punto.
Con el transcurrir del tiempo y las guerras todo el material que se empleaba en ellas era constantemente mejorado, del bronce al hierro, de éste al acero, del palo a la espada y así sucesivamente. Durante siglos ganar o perder batallas dependía del número de soldados, formación y disciplina y poco más ya que las armas eran similares. Roma conquistó el mundo conocido por una cuestión de carácter y disciplina, no tecnología, cuando perdieron el valor de sus orígenes cayeron ante unos bárbaros que eran igualitos a los que estuvieron derrotando y manteniendo a raya durante mil años.
Así mismo durante milenios todas las armas específicas de caza o guerra solían ser caras y hacía falta un proceso de aprendizaje y disciplina para poder manejarlas bien. El cúlmen: la espada. Pocas armas han sido tan retratadas en la historia y les ha envuelto un aura mística como al caballero y su espada. Un arma específica para la guerra, cara de fabricar y que exigía fuerza y conocimientos para poder emplearla con éxito y mantenerla sin romperla. Esgrima y práctica con escuelas donde aprender un difícil arte del que podría depender la vida del caballero si no se tomaba en serio los secretos de su manejo. Y como siempre el tamaño y fuerza del contrincante solían definir el final. Así que por lo general salvo que fuese una auténtica necesidad a nadie le gustaba arriesgar la vida en un duelo a muerte cara a cara pues se entendía que apuñalar por la espada no estaba bien visto, lo cual no evitó la muerte por este método a muchos caballeros.....
Y todo siguió así hasta que llegó la pólvora y el proyectil de plomo al campo militar, las reglas del juego estaban cambiando, ahora se podía matar a cierta distancia con un aparato compacto que ofrecía una relativa puntería (las flechas en las batallas no se disparaban a objetivos sino en masa y al que pillasen de casualidad) y atravesar armaduras. Junto con los arcabuces aparecen las pistolas de mecha y luego chispa. Pero seguían siendo artilugios caros sólo al alcance del estado y ejércitos o nobles ricos. Estas armas eran minoritarias por lo caro de su fabricación y por el entrenamiento necesario para obtener resultados (cargar, apretar, colocar bala, estopa, apretar, preparar mecha, apuntar y por fin disparar no lo hacía cualquiera en medio de una batalla) y así se seguía usando el utillaje habitual, espadas, ballestas, mazas, picas, etc. Pero se había introducido una diferencia sustancial, ahora cualquiera que tuviese un arma de fuego podía matar a cualquiera al que acertase independientemente de sus características fisicas, David podía matar a Goliat sin despeinarse y a bastante distancia del tiro de honda, no tenía por qué darle en la cabeza, con alcanzar el tronco, la parte más voluminosa de un ser humano (bueno, en unos más que en otros) y por tanto la más fácil de acertar era suficiente pues moriría de hemorragia o de septicemia (infección de la sangre, sepsis).
La historia de enfrentamientos de los últimos 30.000 años había dado un giro sorprendente gracias a la tecnología de la pólvora y el proyectil balístico. Y desde luego iba a seguir evolucionando, con la introducción del cartucho y las armas de repetición los soldados empezaban a tener el poder de matar desde más distancia y más deprisa. Las guerras, cada vez mayores y todas dando un salto más allá que la precedente en tecnología necesitaron de industrializar la producción para abastecer a ejércitos cada vez mayores y la revolución industrial primero y la manufactura en cadena después consiguieron abaratar tanto las armas y municiones que cualquier renta media podía acceder a un rifle y pistola. Así se forjó la conquista del salvaje oeste de los Estados Unidos y su industria armera, muy evolucionada, no podía echar el cierre entre guerra y guerra, así que como la Constitución les garantizaba como ciudadanos libres el tener armas para que el pueblo pudiese defenderse, la respuesta era cristalinamente clara, los nuevos mercados no eran otros ejércitos, sino la población civil. Y así fue que había que vender armas como un producto más.
Y ésa es la clave, durante siglos las armas para la guerra requerían un aprendizaje, una disciplina y un coste que no estaban mas que al alcance unos pocos y que llevaba aparejada una responsabilidad y un esfuerzo para tenerlas y usarlas. Pero con la producción en masa y la necesidad de la industria de sobrevivir gracias a un mercado con vocación de continuidad no sólo abarataron costes para que las tenga quien quiera, sino que se venden en tiendas como cualquier otra cosa, como el pan o las taladradoras. Ya no hace falta nada, el dinero y una firma, o lo que es lo mismo a cualquier mendrugo se le da el poder de matar cómodamente, sin ensuciarse las manos, abyecto y nada caballeroso panorama, ¿no?. Así las armas de fuego no son como una taladradora o un martillo, te otorgan el poder sobre la vida y la muerte de las personas con sólo hacer el gesto de apretar un gatillo, sin apenas salpicar y sin tener que jugarte nada ante alguien que no tenga otro arma de fuego, y si lo tiene.... dispárale desde no te vea......un fusil, una mira telescópica y puedes matar a cualquiera en un radio de 300 metros sin ser muy ducho en la materia. Una pistola, en el bolsillo y puedes matar a quien sea que no se lo espere. El poder sobre la vida y la muerte, como Dios, por eso son tan “eróticas” seducen con solo mirarlas, al cogerlas una eléctrica sensación recorre todo el cuerpo porque hasta el más pequeño y humilde de los hombres puede matar al más grande con solo mover un dedo, PODER en estado puro. El orden natural cambiado, ya no sobrevive el más fuerte sino el más rápido o con mejor puntería.
Interesante obra cinematográfica “El último Samuray” de Tom Cruise. Trata de varios de estos temas de forma magistral, imprescindible para ver las diferencias entre el Viejo y el Nuevo Mundo y la poesía de las imágenes que en silencio transmite cada gesto y actitud.
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DORIAN
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